
«La Aldea», en términos sencillos es una compilación de canciones compuestas y grabadas alrededor del año 2012 y que ahora, luego de un tiempo de vuelta en mi ciudad de origen, tuve la oportunidad de remezclar y remasterizar. Para toda esta compilación conté con la valiosa colaboración de amigos músicos quienes desinteresadamente interpretaron la partitura con la única intención de ayudar.
Aquello que se encuentra detrás de la producción misma es algo que se me presenta claro ahora y de lo que hablaré en los siguientes párrafos, pero que no es necesario de leer en lo absoluto ni lo recomiendo por sobre la escucha de este trabajo concebido únicamente para ser compartido con las personas.
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La Aldea, un pequeño sueño que fue recurrente con los años, manifestandose a diario en la forma en que yo mismo veía el mundo. Y, a saber, la forma en que vemos el mundo nos transforma a nosotros y a nuestra forma de crear (funciona inversamente también, siendo el mundo transformado en quienes somos nosotros; es una retroalimentación constante). Pues llegó un momento en que fue imposible hablar de otra temática que no tuviera relación con el amor más grande al que se puede aspirar en este mundo, o sea, el amor a si mismo. Por favor no penséis que esta en una suerte de declaración de egocentrismo desvergonzada; cuando hablo del «amor a si mismo» hablo de la «real naturaleza» de uno mismo, que es nuestra Alma, o sea, nuestro «pedazo de cosmos» que a pesar de ser sólo una parte de este, contiene en sí toda su esencia.
Es entonces este amor supremo el mismísimo amor a la Naturaleza también, término que en este plano ya se debe entender como TODO lo que nos rodea. Esto es contrario a la ingenua idea de que la naturaleza es un parque a la esquina de mi casa, o un par de árboles plantados en el centro de la cité. Incluso va más allá de la naturaleza como una selva enorme que debemos defender de la voracidad de los gobiernos, o de un mar gigante lleno de basura, mercurio y residuos radiactivos del último tsunami en Japón. Más allá incluso que un montón de animales que luego de millones de años de constante adaptación a las más duras circunstancias se ven intempestivamente extintos porque se ha arrasado su hábitat.
La naturaleza de la que yo hablo es uno mismo también, y amar a la naturaleza implica amarse realmente a uno mismo. No veo ni al más egocéntrico de los egocéntricos amandose realmente. Muy por el contrario, los veo odiandose, criticándose y negando lo que son en pos de una ilusión creada por nuestra cultura llamada «perfección», que es un atributo divino al cual nunca podremos aspirar y por lo tanto estaremos en constante defecto. El amor a la naturaleza fluye por si sólo cuando entendemos que nuestra esencia única nos hace totalmente imprescindibles en el universo entero, entonces descubrimos que la perfección como atributo divino se aplica a nosotros y a nuestro entorno, pues somos esa esencia divina también.
La Aldea es entonces el refugio que nos permite encontrar nuevamente nuestra propia esencia, y la historia que preparé para vosotros habla precisamente de ese momento en que volvimos a vernos a nosotros mismos y descubrimos cual era nuestro lugar. Con lágrimas en los ojos vivenciamos ese dolor ficticio que nos acosaba sin parar y que ahora se hace nada. Cojea el verbo al intentar explicar aquello que es aún velado a la semántica, pues es el mismo lenguaje del corazón lo que escuchamos ahora. Digamos, para ser más claros con el asunto y poder expresar bien esto que es tan difícil, que simplemente hubo una sola temática para todo ello que compuse durante ese periodo, y fue esa temática el re-encuentro con la naturaleza dentro nuestro, luego de la crisis de la separación de nosotros y el entorno, la ruptura de ese sueño que creímos realidad y el posterior encuentro con el amor verdadero, que es el amor al universo mismo.
Este trabajo es para mi algo significativo y hermoso, y es por eso que lo rescaté de los viejos cuadernos y lo re-edité para compartirlo siempre con quien deseara encontrarle un sentido. Pinté un cuadro de cómo vivo este encuentro y ahora lo comparto contigo. Ahora y para mi, tras un buen tiempo fuera de realizar cualquier trabajo de esta índole, lo siento como un cierre del ciclo, y la apertura de uno nuevo, que se muestra diáfano al ser develado.